jueves, 1 de septiembre de 2011

La boleta única: el peor remedio para una enfermedad inexistente


La boleta única estuvo en estos días en las declaraciones de algunos partidos políticos y en las notas de los diarios. Desde el vamos la boleta única tiene sus fortalezas y, obviamente, debilidades; como todo instrumento y como la democracia en sí misma. Sabiendo esto, ¿es indispensable resolver sobre este tema en sólo unos pocos días? Finalizado este proceso electoral quedarán 2 años para poder debatir a conciencia sobre el mismo, y así llegar a las legislativas de 2013. Más aún, es aconsejable la prudencia cuando nos ha costado mucho a los argentinos poder construir un sistema democrático sólido y estable. Recordemos que todavía no hubo nunca en la historia argentina 3 mandatos presidenciales constitucionales consecutivos que comiencen y terminen en término. Nos queda mucho camino por recorrer.

De todos modos postergarla para el próximo periodo presidencial, no implica esquivar el bulto. Creemos que es mejor tomar esta decisión luego de un concienzudo debate durante los próximos 2 años, pero esto no significa que no tengamos una postura sobre el tema. Le adelantamos la conclusión: la boleta única trae a nuestro sistema democrático más problemas que soluciones. No es malévola ni venenosa en sí misma como algunos pueden postular, sólo que las desventajas superan las ventajas.

¿Por qué? La boleta única es conocida por tener una ventaja muy fuerte: evita el robo de boletas del cuarto oscuro. Pero esta ventaja tiene una contracara: facilita el fraude y la impugnación ilegitima de votos. Los fiscales malintencionados pueden con una simple marca de birome impugnar el voto entero, al marcar otro candidato o marcar la casilla de voto en blanco. Ha habido un incremento notable de los votos en blanco y nulos en Santa Fe y Córdoba con este sistema. Con el sistema de boleta tradicional es más difícil, debería hacer desaparecer la boleta entera. Teniendo en cuenta que el robo de boletas no es un problema serio ni lo ha sido en nuestras elecciones, en este caso el remedio es peor que la enfermedad.

Pero además tiene otro problema: facilita la compra de votos. Se han registrado denuncias en Córdoba y Santa Fe contra punteros políticos que exigían entrar al cuarto oscuro con un celular con cámara de fotos y fotografiar la boleta con las marcas exigidas y recién entonces se le entregaba el dinero al ciudadano cuya situación de necesidad lo puso en esta situación.

Pero la gran razón más general por la que pensamos que no es un buen instrumento es porque estimula proyectos efímeros e individuales. El ejemplo más claro es el de Santa Fe. Si Miguel del Sel hubiese ganado, debería haber gobernado sin ningún legislador a favor, lo que hubiese dificultado seriamente su gestión e imposibilitado de representar debidamente a los santafesinos que lo eligieron. Es necesario aclarar que un sistema de boleta no habilita lo que el otro prohíbe. Con el viejo sistema se puede votar un partido para Presidente y otro partido para legisladores, es el célebre “cortar boleta”. Por eso es mentira que la boleta única permite o habilita esto. Solamente lo induce, lo facilita, lo estimula. Para algunos es favorecer los mecanismos de control republicanos. Pero llegado el punto donde ni el vicepresidente responde a los intereses colectivos de la alianza y al programa por el cual fue votado, más que una república saludable tenemos un cuerpo donde la pierna derecha y la izquierda tienen voluntades separadas. Esto no nos hace ambidiestros sino que hasta nos dificulta siquiera caminar.

Y si recientemente el Congreso sancionó una ley que fortalece los partidos políticos para representar los intereses de los ciudadanos frente a las presiones de otros poderes (como el económico), ¿no sería contradictorio establecer un sistema de boletas que va contra esta lógica? Los proyectos políticos individuales, partidos políticos débiles y Estados divididos son más fáciles de influenciar por el poder económico que los proyectos colectivos. Si queremos que nuestro sistema democrático represente los intereses de la mayoría de los argentinos, o los intereses de unos pocos grupos concentrados de poder a quienes nadie eligió sin embargo son siempre los mismos desde hace décadas. Cuando el sistema de decisiones fue dejado a los poderes económicos Argentina se hundió en la peor crisis de su historia. Cuando todos los argentinos tomamos las decisiones una de las peores crisis mundiales a penas nos impactó. Este es el fondo de la cuestión.

De todos modos, tenemos la firme convicción de que ningún instrumento electoral ni legislación puede sustituir como garantía de la democracia a un ciudadano comprometido con defender sus intereses y con formación civil y política para saber cómo hacerlo.

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